viernes, 3 de enero de 2014

¿QUÉ HAY DEL NIÑO QUE FUI?



Joe Barcala
3 de enero


¿Cuántas cosas en la infancia me sorprendieron? Veía al sol entre los dedos y la luna apreciando su circunferencia; los maestros que llegaban contando aventuras que echaban a volar mi imaginación, las películas fantásticas y los amores prohibidos. Me alegraban la tarde aquellas aves migratorias y llegar a la cima de una montaña era sentir que dominaba al mundo. En vacaciones visitábamos tíos que no conocíamos e iniciábamos amistades con la mano en la cintura. Ser parte de una obra era vivir entre príncipes y princesas. Tener un cuarto bajo la escalera exclusivo para crear un cuartel de comando para salvar al mundo de invasores a los que no tenía miedo, porque era capaz de derribar cualquier obstáculo. Cumplir con los rituales familiares era un gozo y una necesidad. A pesar de las supersticiones, tenía muros que me protegían, un padre, una madre, los hermanos y amigos que, sabía, siempre estarían ahí. Llegar a la edad madura era simplemente inalcanzable. Y pasar de año escolar era un nuevo sueño alcanzado, una meta que comía con una sola mano. Me llenaba de estrellas el saco mientras las agendas sus páginas. Y seguía sorprendiéndome en el camino del crecimiento, al saber los millardos de estrellas, las fuerzas naturales, las infinitas historias noveladas, el torrencial poder de un país sobre sus enemigos, el cúmulo de días vividos y las galaxias de años por cumplir. Justiciero el tiempo que hubo de poner orden a aquella quimera, que me dio luz a las tinieblas, donde centré mis anhelos a metas verdaderas y alcanzables. No me ha robado nada el tiempo, ni los sueños; sólo hicieron su tarea de entregar la paz a la conciencia. Ahora tengo un tesoro que no cambio por la sorpresa: es la experiencia, es la verdad, es la razón y el entendimiento, la ciencia y conciencia. El universo ahora es más grande y el milagro de existir es el esplendor de nuestra raza. Nuestro heroísmo es inmenso al haber subsistido ante tanta extinción, al llegar a comprender lo que antes se suponía. A dominar y superar a la naturaleza en capacidad de creación, a romper las barreras interoceánicas, espaciales y de comunicación, tecnología y salud. Desde luego que se extraña la emoción sentimental, la alegría más natural, la confianza ciega en los demás; pero se valora el reto de aceptar a otros como son, se pondera la solidaridad y comprensión, se vive satisfecho con los logros obtenidos y se sueña con un futuro mejor: uno que sí podemos alcanzar.

Joe Barcala


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