Recientemente hemos estado escuchando con horror las historias de jovencitos que mueren a causa del bullying que les hacen sus compañeros: en Tamaulipas, Yucatán, Estado de México, Guerrero, y el gobierno del DF anunció que en los últimos cuatro años ha recibido más de tres mil denuncias por este acoso. La Comisión Nacional de Derechos Humanos ha urgido a los legisladores a que emitan leyes contra este mal. El Secretario de Educación, Emilio Chuayffet ha dicho que es un mal que se produce por la violencia en casa y en los medios de comunicación y no en las escuelas.
El problema es social. La violencia la vivimos todos los días a flor de piel. Empieza desde la cabeza, donde se roba, se mal administran los recursos, se hacen pactos con la delincuencia, se despilfarran recursos, se suben los impuestos. En la casa los padres sufren por llevar el sustento, los hijos malgastan lo poco que se tiene, las empresas están a punto de cerrar o ya cerraron, el insulto es un recurso de defensa, de desahogo, un grito de desesperación. Los maestros también están mal pagados, les exigen cargas administrativas exhaustivas, no pueden preparar sus clases con la dedicación que se requiere, los alumnos se quejan porque no tienen vocación, por tantas tareas para cubrir los programas, por exámenes que no están bien pensados, en la tienda de la escuela o de la esquina suben los precios y el gasto semanal no alcanza, los debates en internet están a flor de piel porque no hay información clara para nadie. Se ha perdido la paciencia por enseñar, por buscar fuentes fidedignas, se toman citas de páginas apócrifas, las iglesias han falseado información, han ocultado criminales, provocan a la misma gente a defender con la vida sus ideas, asustan a la gente con infiernos, castigos y más.
Esta es la realidad, los chicos se sienten desorientados, no saben cómo será su futuro, el de su país, no saben cuál es la corriente filosófica o política que puede realmente ayudad, no hay líderes comprometidos, les abruman los altos índices de criminalidad, la amplia oferta de drogas, los problemas económicos en casa, la educación deficiente que reciben. Están al borde de la histeria colectiva. Desde luego que rechazan religiones que no son coherentes, que por un lado les hablan de amor y por el otro hay abusos sexuales, despilfarro de pastores que predican la pobreza y lucen lujosos anillos y autos último modelo. Desde luego rechazan a las autoridades escolares porque se la pasan imponiendo actividades poco formativas, de relleno, con maestros que tampoco son congruentes o son impasibles con las tareas y calificaciones. No los dejan salir por riesgo a que les pase algo; se la pasan sentados frente a la violencia de juegos de vídeo o noticias amarillistas. No tienen reuniones extra escolares lúdicas, fiestas o reuniones de convivencia sana, no van a los parques, no hablan con sus padres.
Así que, empecemos por comprometernos con las causas del país. Exijamos mucho más a las autoridades, apostemos por la cultura, por el ambiente libre de contaminantes, por el respeto a la flora y fauna, por la limpieza de parques, minimización del crimen organizado, alejamiento de las drogas, control de productos dañinos, lucha contra la impunidad y la corrupción, exigencia de la transparencia, orden en el gasto público, leyes más simples, institucionalización de la participación ciudadana en la toma de decisiones, congruencia de las autoridades, disminución del gasto público, liberación de la educación, la cultura, las artes (quiere decir que las instituciones educativas no deben ser objeto de políticas públicas, no a los programas de la SEP, sí a los programas definidos colegiadamente entre educadores, padres de familia, empresas de la zona, asesores académicos de la zona, etc.), transformación de las policías a servidores, compromiso de los padres de familia en la participación escolar, en la seguridad pública y hasta en el pastoreo eclesial (fuera las iglesias dogmáticas o fundamentalistas, autocráticas y cerradas al dominio público). Este país debe apostar por la lectura, por el conocimiento, por el compromiso social y por el autogobierno. De otro modo, no nos extrañe que pronto empecemos a ver jovencillos psicópatas como en las escuelas de Estados Unidos que matan compañeros y maestros y luego se quitan la vida.
Joe Barcala