domingo, 5 de enero de 2014

QUIERES OLVIDAR Y NO PUEDES

Joe Barcala
5 de enero


Por tus manos fluyen ríos de electricidad, apenas soportas el murmullo del viento, al caminar se gelatinizan las rodillas. No sólo ha sido un año duro, ni siquiera se pueden imaginar; y en el centro de tu espíritu produces radioactividad emocional. Es claro, te has enamorado, pero: ¿qué pasa? ¿Por qué esa torrencial cascada de lágrimas? ¿Por qué tienes al mismo tiempo la sonrisa dibujada al revés? La colmena de tus instintos es un enjambre pegajoso que no te deja dormir y desaparecen las demás historias. No sabes a dónde ir para calmar tu ira que al mismo tiempo es melancolía. Dulce y tierno amor que con el tiempo rebasó los límites de la imaginación, elevó las hormonas hasta el Éverest, casi tocabas la luna. No había dioses, ni amigos, ni fiestas, ni esquinas asoladas; todo era su amor. ¿Por qué dejaste que se llevara la dulce voz de tu garganta? Asumiste el costo o ni siquiera lo pensaste. Hoy duele, como el fuego quema, como el hielo quema, como la soledad mata, como el hierro penetra, y la herida supura desgarradores gritos infinitos. Entérate que no hay alivio, que ningún brujo podrá curar el desengaño, ni el más comprensivo amigo saldará esa deuda por ti. Es un tormento que difumina la alegría, que sacude los decibeles del monitor de tu alma. Hay sólo una pinza que arranca la espina; requiere aguantar porque no hay anestesia, que permitirá asumir dignamente tu desgracia, te dará armas para remediar futuras decepciones, recibirás de él el instructivo de los reincidentes, allanará los cerros de las angustias acumuladas en las noches etéreas de la fragilidad. Se llama tiempo y está disponible en pastillas, jarabes y supositorios. Si quieres beberlo con agua, apenas lo percibirás, a cucharadas diarias o por el lamentable empujón de un "te aguantas" por el agujero de salida. Porque así debe ser la lección, obligatoria. No, decirte que no llores, que no vale la pena, que cuentes conmigo, que ya va a pasar, es inútil; porque mientras más alto fue tu Ever-est, más lamentarás la caída y más pastillas de tiempo necesitarás.

Joe Barcala


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