domingo, 2 de marzo de 2014

CONTRADICCIONES SENTIMENTALES

Joe Barcala
2 de marzo 2014


Odio cuando amo y amo cuando odio, pero eso convive y se debate a diario por algunos internos pensamientos contrastantes sobre el país que me vio nacer, que me dio cobijo, familia y madurez. No veo nada de ingrato pensar en millones de bellas posibilidades que México tiene, su enorme riqueza parecería infinita, si no fuera por la voracidad que, irremediablemente, tiene la clase política, mal llamada cultura del gobernante de esta tierra fértil, soberana, magnánima.
Y es que sí, siempre que se piensa en ella hay un Ying-Yang inevitable. Calles descuidadas, iluminación deficiente, impuestos exorbitantes, robos, saqueos y secuestros contrastan con gente amable, noble, sencilla, sincera, pero tonta, dejada, saqueada, ultrajada, abusada, cansada, desesperada. ¿Cómo no? Si pareciera interminable la invasión de quienes quieren conquistarla, no con fines evangelizadores que pudieran pensarse como benéficos, sino con macabras intenciones de saqueo, de menosprecio. Ratas institucionales, abusivas, sátrapas maléficos, asesinos de ilusiones, castradores profesionales de la fertilidad mexicana. Envenenadores, han firmado un pacto con el diablo de la droga, de la sumisión televisiva, de la desinformación mediática, no la acallan, la confunden, la polarizan, haciendo que un cualquiera del pueblo no sepa en qué creer ya.
Y está claro que no ven la difícil situación que se vive ya, a simple vista, en las comunidades, no digamos ya las verdaderamente invadidas por la miseria y el hambre; también en otras que antaño se vestían de gala para celebrar bodas y graduaciones, que hoy día se conforman con una cena en una fonda porque no alcanza.
Y no paran, ya ni disfrazan sus robos, sus botellas de cognac contrastan con el pulque y el mezcal. Los enormes edificios hermosos que empiezan a surgir en las megápolis no son más que lavado de dinero porque nadie en su sano bolsillo podría invertir en ellos. Son fruto de los descarados robos. Hay quienes celebran su primer millón de dólares mientras otros se arrastran los últimos días de la quincena esperando no ser devorados por el recibo de luz y estirando el tanque de gasolina con un metrobus lento e infrecuente.
En meses no he escuchado de personas que estén invitando a la fiesta de quince años de sus hijas, que antes abundaban, porque nadie se atreve a tirar tanto dinero para una sola noche. Ahora los funerales los hacen en sus casas, la compra de súper en el mercado, los hijos a las escuelas gratuitas con educación deficiente y las granjas con animales escuálidos.
Por mucho que se pueda amar a una patria, se debe contar con la complicidad del amor ajeno, si los demás no cuidan sus cosas y dejamos que los ladrones se sigan llevando lo que es nuestro, terminaremos esclavizados a sus intereses por generaciones, porque ellos tendrán el control total de todo, incluso sabrán la hora en que te lavas los dientes. Porque esa es la meta.
Por eso este oxímoron sentimental. La flor que guardas en un libro conserva su belleza, pero no es igual, no hay como una que tienes viva, unida al tallo todavía, en el jardín de ensueños, cada mañana regalándote una sonrisa colorada. Eso es México, una flor que le han cortado su savia. Sigue siendo hermoso, incluso conserva un aroma especial, pero le han robado el tallo. Ha perdido parte de su esencia, de su lucidez.
Incluso hay algo peor: se avecinan tiempos de más saqueo, de inconmensurable ambición, de tala masiva, con impuestos, con venta de litorales, con extracción petrolera, con disminución de apoyos a escuelas, con miles de concesiones televisivas digitales en las que el aparato de control quedará definitivamente instaurado para la mexicanidad que aun nos queda.
Por si no la vuelvo a ver, me despido de ella para siempre. Adiós México, adiós a tu hermosa sencillez y belleza naturales, representadas en los rostros alegres de quienes te habitan, adiós a tu hospitalidad incondicional, a tu espíritu de fiesta; nunca más te veremos con esa magia que produce pueblos verdaderamente mágicos, tradicionales y coloridos, de amplios jardines y enormes árboles en ellos. Adiós al pan y a la tortilla, al mole y al pibil, adiós al caldo casero, al pavo navideño o a las tortas ahogadas. Adiós a los bosques, a la diversidad de la fauna y flora. Nunca más veremos esos cielos coloridos al atardecer. He de extrañarte, tierra inmejorable en este corto infinito del mundo porque ¿sabes? tenías todo, amplitud, grandeza, belleza, incluso sabiduría, cultura...

Joe Barcala

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