miércoles, 5 de marzo de 2014

Relato de Doña Marga


5 de marzo de 2014


Soy una mujer sola. Quedé viuda hace 25 años. ¿Que no voy a la iglesia? Sí, si voy, pero espero a que vengan por mi, porque queda a cinco calles y no aguanto las piernas. La chica que también me ayuda a hacer las tortillas en mi tortillería carga una silla para que yo descanse cada cinco minutos, que es lo más que aguanto. ¡No joven! tenemos que salir una hora antes para llegar a tiempo. Mi marido murió por el alcohol. El muy desgraciado me violó 25 veces y me acuerdo de cada una de ellas. ¡Ojalá se pudra en los infiernos! Y mis hijos también. Los muy ingratos llevan el mismo tiempo sin visitarme. ¿Que si saben dónde estoy? ¡Pero si en esta casa nacieron! ¿Cómo no van a saber dónde vivo? Lo que pasa es que se fueron para la capital y no los he vuelto a ver desde entonces. Se olvidaron de mi. ¿A quién le importa una vieja? Sé que sólo soy un estorbo. Mire, este altar es para mi madrecita santa, que Dios guarde en su Gloria. No importa que ocupe la mitad de la sala, ni siquiera tengo muebles. Si para subirme a la hamaca es muy difícil, ya le dije a la chamaca que la baje un poco, el otro día por poco y me caigo. Mire, esta cicatriz me tuvo un año sin poder abrir mi tortillería. Me tuve que levantar porque la otra chica que me ayudaba se cansó de mi. Además se llevaba la mitad de las ventas, como no podía venir a supervisar el negocio. Luego tuve cerrada la tortillería porque se descompuso la máquina. Apenas la abrimos de nuevo, esta niña me ha salido más que buena, ella fue la que consiguió las piezas en Mérida, su tío le dio el dinero y apenas le estoy pagando el costo; espero que no se descomponga otra vez. Malditos hijos de perra, ya vinieron a ponerme una multa porque no tengo mi negocio en regla. Pero ¿cómo quieren que yo vaya a hacer fila en Mérida, si ni siquiera me puedo subir al autobús? Dicen que puedo hacer los trámites aquí, pero si yo ya no estoy en edad de eso, Luego los muchachos que vienen se hacen de la vista gorda, pues me ven aquí tirada en mi sillón. Si no sabe, cómo quisiera morirme de una buena vez y al carajo con todo, pero no´más no me toca. ¿Qué le vamos a hacer? Ya quiero ver de nuevo a mi madrecita chula. Ojalá no me condene yo por andar mandando al diablo al Jacinto, pero creo que Dios me va a perdonar porque era la piel de judas. Figúrese que me traía aquí a sus viejas, todas encueradas en mi recámara mientas yo trabajaba limpiando casa ajena.

Historia verídica, Doña Marga, en un pueblo a una hora de Mérida, Yucatán, en el año 2004. Entonces le escribí un poema y hoy este relato. La fecha del poema cambió cuando hicieron un ajuste en la revista CÓDICE.

Joe Barcala

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