martes, 17 de diciembre de 2013

ANÁLISIS LITERARIO: VILLANCICO EL TAMBORILERO

Joe Barcala
17 de diciembre

El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su Rey.
Le traen regalos en su humilde zurrón,
ropopopom, ropopopom.
Ha nacido en el portal de Belén
el Niño Dios

Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor.
Mas Tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor,
ropopopom, ropopopom.
En Tu honor, frente al portal tocaré
con mi tambor.

El camino que lleva a Belén
lo voy marcando con mi viejo tambor:
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
ropopopom, poroponponpon.
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió.

ANÁLISIS: Empezando por aclarar que este villancico se popularizó por la pianista Katherine Kennicott Davis en 1941, recogida de una adaptación a una melodía checa y una leyenda francesa del siglo XII. Es, hoy día, uno de los villancicos navideños más populares del mundo entero. Sin embargo, recordemos que los navideños no son los únicos cantos denominados villancicos, también están las pequeñas canciones populares de los pastores que entonan en su camino de y a casa y que no tienen nada que ver con las navidades.

Otra aclaración pertinente resulta del contenido ya de esta pequeña historia de un pequeño niño que se gana la vida entonando melodías con su tambor, y es que en Belén, ciudad natal del personaje de Jesús, ¡Nunca cae nieve! De hecho es una ciudad en extremo calurosa, por lo que, aunque sí es un valle, no fue cubierto por nieve como dice la canción. Los pastores podían pernoctar a la intemperie sin mayor dificultad.

Cuenta que su tambor tiene ronco el acento, asunto curioso de esta metáfora que nadie podría definir con exactitud debido a la subjetividad. Con esta historia se remarca la tradicional costumbre de pretender halagar a la divinidad, quizá en busca de favores, como surgió en un principio, quizá, como en el corazón de este niño, en la búsqueda de un amigo, de tenerle cerca, de halagarle por considerarle un dios, incluso, le da ese nombre como sinónimo, aunque sea un pequeño niño: aunque también le llama rey, término que hoy día ha perdido el valor que solía tener en aquellos tiempos: un hombre elegido por alguna superioridad divina que velaba por sus súbditos y no aquel que vive a costa de los demás, como la historia nos ha enseñado.

Con una visión inocente, diríamos infantil, el niño al saberse pobre, decide regalarle al niño, no por un cumpleaños, como lo hacemos ahora, sino por su nacimiento, una serenata con su tambor. Recalca de ese modo que no es necesario tener grandes riquezas, siempre se puede ofrecer lo que se tiene: buena voluntad, trabajo, conocimientos. De ese modo, la grey eclesiástica adopta con beneplácito, como lo ha hecho desde tiempos remotos, las dádivas o los trabajos, regalos o cantos, materiales e inmateriales; todos tienen algo que dar y deberían hacerlo, según esa cultura.

Joe Barcala

Gracias por los comentarios que han hecho en todos en los post anteriores. Estamos llegando a 200 en dos meses. Saludos.


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